Tercera entrega del taller por entregas de Marcelo di Marco, con ilustraciones de Jorge Estefanía.
Por Marcelo di Marco
A la hora en que la hija de la mañana, la aurora de rosados dedos, ponía esplendores en el timón del Sureño, despertábase Pukkas, el sufrido discípulo de Tío Marce. Pukkas se levantó de la cama, se duchó, se vistió, colgó del hombro la mochila con su notebook dentro, y semejante a un dios salió del cuarto y encaminose a desgastar con las suelas de sus borcegos el umbral de la casa de su personal trainer literario.
-¿Me decía que usted tiene escrita una definición de literatura, maestro?– preguntole, una vez ya instalado en su pupitre? A lo mejor conocerla me ayudará a salir de este bloqueo, ¿no?
-Puede ser, Pukkitas, pero antes de mostrártela me gustaría aclarar que no hay definición, ensayo, manual, artículo, video o monografía ni ninguna otra herramienta propicia para la creación literaria que les dé a tus escritos, de por sí, rango de buena literatura. Y mucho menos esa información teórica podrá sacarte del bloqueo creativo ni hacer que te olvides de aquella idea que se te metió en la cabeza, eso de que tus cuentos aburren. Son las prácticas diarias y el ejercicio constante y bien dirigido de la escritura los que contribuirán a que seas el mejor escritor que puedas ser. ¿Por qué te creés que acompañé con consignas casi todas las notas de Taller de corte y corrección? La teoría no sirve de nada si no la aplicás en la práctica. Lo nuestro, entonces, es teoría-para-la-práctica.
-Obvio. Es aquello de que a nadar se aprende nadando, y no estudiando natación.
-No solamente estudiando natación. Y ojo con el “obvio” que acabás de decir, porque ya sabés qué pienso de esa estúpida palabra. En el habla de los argentinos parece haber reemplazado a la palabra “sí”, y pronunciarla sin necesidad y a cada rato hace que tu interlocutor se sienta como una máquina de decir obviedades. Si algo aprendí con los años, Pukkas, es a no dar nada por sentado. Pensándolo bien, en esta época de pocos silencios y de muchas prisas, en la que todo el mundo quiere obtenerlo todo con el mínimo esfuerzo y lo más pronto posible, conviene remarcar que vos podrás pasarte días enteros viendo videos en YouTube que te muestren las habilidades esenciales y las técnicas que necesitás para meterte con seguridad y confianza en el agua; pero, si no te mojás, jamás lograrás convertirte en un buen nadador. Si te cuentan con dibujitos en el pizarrón cómo se nada, por mucha atención que le prestes al asunto y por más útiles que sean esos dibujitos, pronto te lo vas a olvidar. Pero, cuando entraste en la orilla dispuesto a nadar por vos mismo, ahí sí que realmente estás aprendiendo algo acerca de la natación.
-¿Es decir que empacharse de libros y videos y conferencias y debates sobre teoría literaria es algo malo?
-No es malo en la medida en que tengas claro que, si querés ser escritor, la sola teoría no te garantiza nada. Cuidado. La mayoría de la gente que se vanagloria de sacar chapa de intelectual suele usar apenas una parte muy delimitada del pensamiento, aquella que le permite sumar información; pero, a la hora de escribir, se enreda en incoherencias y termina por declararse impotente para procesar aquellos datos recolectados acá y allá y crear con ellos algo nuevo.
-A lo mejor la clave está en tratar de ser menos técnicos.
-Y además más artistas, en el sentido más vivencial del concepto de arte. Decía Kant en las Lecciones de pedagogía que se puede adiestrar a un hombre como se adiestra a un animal, pero que nosotros estamos para algo que va más allá de la simple mecanización implicada en el adiestramiento. ¿Te acordás de cuándo triunfa Skywalker en La guerra de las galaxias?
-Triunfa cuando oye la voz de Obi-Wan Kenobi diciéndole que apague la computadora.
-Tal cual. Palabras más, palabras menos, Obi-Wan en la batalla final le pide que lo haga por sí mismo, que confíe en sus sentimientos.
-Entonces lo mejor sería tratar de ser más humanos.
-Y más intuitivos, Pukkas. Afirmaba Julio Cortázar que él fue escritor no por ser profesor de literatura, sino a pesar de serlo.
-Y pensar que hay quienes se ponen a estudiar Letras con la ilusión de llegar a ser escritores.
-Partiendo de esa base de realidad, ahora sí atiborrate entonces de todos los libros y los tutoriales teóricos que te vengan a la mano. Leé al respecto todo lo bueno y también lo malo, porque hasta de las ridiculeces falsamente críticas se aprende algo, por vía del absurdo. En la vereda opuesta a esa falsedad intelectual, a esa “estúpida jerga”, como la llamaba D. H. Lawrence, te recomiendo que te suscribas al canal de Alejandro Baravalle, quien en el pasado trabajó en mi taller, y con quien ahora compartimos catálogo en Bucanera Ediciones. El canal se titula El sur, taller literario y algo más. Seguilo, que no te podrás perder.
-Todo esto que me dice es muy comprensible, maestro. Pero más de una vez lo oí a usted decir que los buenos libros son el motor de la creación literaria de cada cual. ¿No se está contradiciendo?
-Para nada, porque te faltó decir otra cosa que también sostengo: por regla general, todo buen escritor es, antes y durante, un buen lector. El Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa la tenía reclara respecto a la lectura de los clásicos: hace un tiempo, en Madrid, durante la presentación de tres títulos de la Biblioteca Clásica de la Academia, aclaró que los libros de siempre nos ayudan a comprender de dónde venimos y adónde vamos, y además nos vuelven más creativos y nos ayudan a disponernos para los desafíos que nos presenta la vida. Y eso es verdad, porque ya ves cómo se hunden en la marea del olvido los libros de esos “autorxs” que no leen ni los subtítulos de las películas y pretenden publicar literatura sin tener ni idea de qué es la literatura.
-O sea que los buenos lectores se convertirán en buenos escritores.
-Ojalá que eso fuese cierto. Conozco gente que es excelente lectora, sí, pero que no puede escribir una sola línea por más ganas que tenga. Oscar Wilde explicaba que para escribir se necesitan dos cosas: tener algo que decir y… decirlo. Es decir: agarrá la computadora, y preguntate qué tenés que decir. Eso es el equivalente a adentrarte en la orilla, con toda la teoría sobre la natación a cuestas. Y esos son los primeros pasos en el mundo del arte.
-¿Qué es el arte, maestro?
-Según James Joyce, quien revolucionó la narrativa con su novela Ulises, el arte es la configuración de lo sentimental y de lo intelectual, con una finalidad estética. La cito justamente en Taller de corte y corrección a esa definición.
-¿Así de simple es, maestro?
-En realidad, simple no es. Aunque se explique por sí sola, es bien compleja y propia de un genio como Joyce. A mí me sirve, y además me inspiró la definición que enseguida paso a mostrarte y que fui redactando durante años para tratar de expresarla abarcando todo lo que significa la literatura. Al término de una charla que di en Neuquén, en la que la presenté por primera vez al público, uno de los profesores presentes dijo que yo era una especie de Raúl Castagnino de la actualidad.
-Lo cual es muy halagador: chusmeando en librerías de viejo me enteré de que Castagnino fue uno de los principales críticos literarios de nuestro país.
-Al margen de que la comparación con ese monstruo sagrado me queda más que grande y que en realidad no le llego ni a los talones, además de que yo no quiero ni puedo identificarme como crítico, creo que mi definición puede servirles a vos y a nuestros lectores. Me salió bien pragmática, porque traté de que fuera al hueso, al corazón de la literatura. Que yo sepa, es la primera vez que se publica en algún medio. Dejame que abra la Mac y la encuentro enseguida. Aquí va:
“Un escrito alcanza rango de literatura cuando, sea cual fuese su tema o su género, logra proponerle al lector una complicidad espiritual, intelectual y sentimental, siendo fiel a una finalidad primordialmente estética, amparándose en una tradición creadora plena de técnicas y recursos, rompiendo gastados moldes lingüísticos y convencionalismos al uso y potenciando el lenguaje funcional hasta llevarlo a su máxima intensidad y vigor poético, a su máxima significación posible de acuerdo con el contexto de lo que su autor quiere —o puede— expresar. Podemos concluir que la literatura es la intensidad del lenguaje llevada a su más poderosa expresión artística”.
-Creo que por hoy tengo suficiente, maestro. Se me parte la cabeza. ¿Podemos analizar esta definición la quincena próxima?
-Me parece bien, porque en estos primeros encuentros estamos aproximándonos teóricamente a la literatura, para ir sentando cimientos que soporten todo el edificio que vamos a habitar. Y acordate: “Con tener talento…
-… no te alcanza”.